NOCHE CERRADA.
Las calles se hacen grandes
cuando estamos solos
y cierran todos los restaurantes,
y sólo queda abierta la palabra.
Las farolas parpadean en lo oscuro
intentando verse unas a otras
en la liviandad del aire.
El acordeón de las estrellas
respira entre los párpados caídos
de las copas de whisky de los bares.
Me arropo con la soledad
y el silencio de los grillos
que coronan esta madrugada.
Todos los veranos se la llevan
los ángeles de paso.