CÁPSULA
Tendré veinte años
y las mejillas rosadas del alcohol y la risa.
Pasearé de madrugada
por el asfalto lúgubre
de la ciudad sin miedo.
Buscaré las horas
para burlar su paso
y no dejar que me alcancen nunca.
Tendré veinte años
y el dolor será una astilla
clavada en la caricia ausente
de mis manos.
Bailaré en las fiestas de los viernes,
probaré hasta el último bocado
de la infancia robada.
Miraré con recelo el calendario.
Besaré con dulzura las palabras.
Tendré veinte años
y el olor del arte y el olvido
clavado en la cima de la sien.
Lloraré sin consuelo los vacíos,
conoceré la muerte de los días
y los huecos de las ropas.
El silencio se traducirá en las formas
y el aliento contenido.
Tendré veinte años
y el amor será una guerra sin vencidos.
Escribiré cartas sin remite,
pasearé países desvalidos
del cariño y la dulzura de siempre.
Dolerán las despedidas...
Sanarán con los principios.
Tendré veinte años
y un pincel de esperanza en el bolsillo.
Plantaré por vez primera
la promesa de una vida.
Cantaré agarrada a un cuerpo
que comparto, todavía.
Tendré veinte años
y todo un poema por acabar.