TECLAS DE CENIZA
Jamás conocí la perfección
de tus manos rozando blancos prados
de esbeltos árboles negros y acallados,
oscurecidos por la sinfonía de tu canción.
Disipas toda aura de dolor desprendido
si fundes el alba entre los recovecos del tiempo,
acaricias los árboles, mecidos por el viento
y enseñas a un rayo de sol todo lo aprendido.
Lograste amar luz y oscuridad
susurrándole al oído que no existía el temor,
disfrazado de sollozos de lluvia y de dolor
por miedo a perder el timón de la soledad.
Invocas el paso del tiempo con tu música,
belleza escondida en inequívoca dulzura
de besos y pasión entre gastadas partituras
solo la musa de tus manos presume de ser única.
Jamás conocí el amor entre las teclas de un instrumento,
silenciosas y taciturnas como noches bajo el cielo
esperando ansiosas y melódicas a alzar el vuelo
y construir notas llenas de sentimiento.
Eres la estructura poética de quien no ama
recuerdos esparcidos en el sofá,
lágrimas entre claves de Sol y de Fa,
teclas transparentes entre líneas de un pentagrama.
Tus ojos son la ceniza de una calada,
tus labios el hilo que borda una sonrisa,
eres oxígeno, una bocanada profunda y precisa.
Lo eres todo... no eres nada.
Una eterna carcajada de cenizas, de polvo, de nada.
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