EL VINO A SU TEMPERATURA...
Y yo a la de tu pecho.
Lluevo y no hay nadie
que salve mis palabras del tránsito
de humedad y áridos cuerpos
que se niegan el amor.
Un triste piano compone caricias
que suenan en los labios que se besan en los parques
y mis manos atrapan torpemente,
esperando que ellas puedan oírlas también.
A veces, las escucho en algún que otro portal.
Pero no son mis sueños los que deben oírlas.
Pobres almas que sueñan
y el agua fría las revierte.
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