Estiré nuestro amor hasta romperlo,
la alfombra se cubrió con mil pedazos.
Tus abrazos,
tus besos de fusil,
dispararon con desmedida indiferencia.
Mi conciencia no quedó tranquila.
Fue el invierno y su eterno desatino,
fue la espina,
el pétalo, la flor,
la piedra en el camino.
Fuiste tú,
fui yo,
que no entendí la semántica de tus gestos,
que tiré tus restos a mi mar
porque te sobraban cimientos,
pero te faltaban las horas,
te faltaban momentos,
sentimientos de desmesurada empatía.
Te faltaba escuchar a mis versos
y dejar de hablar con palabras vacías.
A mí me faltaron los días,
me sobraba el dolor,
la poesía...
Como una estampida
arrollaron los recuerdos la saliva,
taponaron la salida,
rompieron las puertas,
dejaron a la vida sin color.
No tires de la costra, amor,
que aún sangra la herida.
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