jueves, 18 de agosto de 2016

A UN POETA EN NUEVA YORK.
A Federico, en su octogésimo año de ausencia.
La luna llora en el cielo
restos de arena blanca.
El niño ya no la mira…
jamás volvió a la fragua.

La luna llora en el cielo
desde que tus pies no se arrastran.
En el suelo vive la luz
de toda tu noche estrellada.

El verde se ha marchitado
bajo un silencio de sombra
y se han llenado de odio
las cunetas de la memoria.

En la tierra hay un cante jondo
que suena con tu guitarra
y acalla todos los disparos
que sonaron en Granada.

Tu cuerpo escribe palabras
que no alcanzan a acoger los versos,
y un romancero gitano
barre montañas de huesos.

Tu luna vuelve a la fragua
con su polisón de nardos…
y el niño la llora, llora.
El niño la está llorando.

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