lunes, 11 de julio de 2016

TE BESÉ AL MIRARTE LOS LABIOS

En el epitafio de mis noches,
grabé, amor,
las marcas en mi espalda
de tus garras de pasión
y el calor desenfrenado
del alcohol en las venas.

Borrachos de caricias,
el papel es un colchón
y tu pecho un mantel
entre el amor y el deseo.

De beso en beso,
el sudor de tu cadera.
Le muerdo los labios a la Luna
y me responde en forma de cuerpo
que se arquea formando un puente
desde el que poder arrojarme al mar de tus delirios.

Y se descubre así
la serendipia de tu cuerpo y de mi cuerpo
y la cueva de tu cuello,
que se alumbra de gemidos.

De mano en mano,
la primavera de tu vientre.
Y mi pelo era en tus muslos lo que el mar en la orilla...
Y mi boca era en tu boca
lo que los árboles al viento:
susurrando,
bajito y al oído
que la luz acababa de apagarse
y salían las estrellas a alumbrar tu desnudez.

El balancín de tu cintura se movía con los astros,
arriba y abajo, con tu costado y el mío,
y tus piernas y mis piernas
enredadas en un manto de lujuria encadenada.

La ropa era una alfombra de momentos y suspiros,
un puzle de dos piezas cubriendo la almohada
y las sábanas de palabras
que se clavan en la piel...

Ay, mi amor,
¡cuántos besos se han quedado
en dos ojos que miraban unos labios!

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