TE BESÉ AL MIRARTE LOS LABIOS
En el
epitafio de mis noches,
grabé, amor,
las marcas
en mi espalda
de tus
garras de pasión
y el calor
desenfrenado
del alcohol
en las venas.
Borrachos de
caricias,
el papel es
un colchón
y tu pecho
un mantel
entre el
amor y el deseo.
De beso en
beso,
el sudor de
tu cadera.
Le muerdo
los labios a la Luna
y me
responde en forma de cuerpo
que se
arquea formando un puente
desde el que
poder arrojarme al mar de tus delirios.
Y se
descubre así
la
serendipia de tu cuerpo y de mi cuerpo
y la cueva
de tu cuello,
que se
alumbra de gemidos.
De mano en
mano,
la primavera
de tu vientre.
Y mi pelo
era en tus muslos lo que el mar en la orilla...
Y mi boca
era en tu boca
lo que los
árboles al viento:
susurrando,
bajito y al
oído
que la luz
acababa de apagarse
y salían las
estrellas a alumbrar tu desnudez.
El balancín
de tu cintura se movía con los astros,
arriba y
abajo, con tu costado y el mío,
y tus
piernas y mis piernas
enredadas en
un manto de lujuria encadenada.
La ropa era
una alfombra de momentos y suspiros,
un puzle de
dos piezas cubriendo la almohada
y las
sábanas de palabras
que se
clavan en la piel...
Ay, mi amor,
¡cuántos
besos se han quedado
en dos ojos
que miraban unos labios!
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