PENITENCIA
Sin saber cómo, madrugadas de escombros.
Después de morir no hubo nada
y nada paseó espaldas rotas y desnudas,
pisando las heridas,
gangrenando la carne.
Se torcieron los renglones,
descansé sobre ellos.
Ninguna otra tristeza tuvo razones ni libertad:
yo, ella
y cadenas,
que encierran estos versos insomnes.
Por la mañana tendrán resaca de llanto
y ninguna caricia los salvará…
Se lo tienen merecido.
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