SUEÑO DE UN INOCENTE TORNADO EN
PESADILLA
Nada queda
de mí.
Busco la
cerradura del alba
para encerrarme
en tu piel
y sólo
encuentro muros de ausencia.
Copas llenas
de alcohol tibio,
vacías de
mí,
desbordadas de
toda pena que derraman mis tripas
vacías de
mí.
Me recojo en
la esfera de las noches y del humo
y de los
gritos y los jóvenes que antes quisieron crecer
y hoy no son
más que la sombra del sueño de un niño.
Baúl de
soledades,
castillos de
arena que deja el rastro de la huida.
Caminos de
salida única hacia el abismo.
Voy a morir
sin hacer ningún ruido,
porque a mis
gritos los carga el silencio
y yo,
cariño,
no hago otra
cosa que gritar
y algún día
tendrá que faltarme oxígeno.
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