viernes, 21 de octubre de 2016

AURORA

He dejado una silla vacía
en el más frío resquicio de abril,
y ay, cariño,
cuánto me ha costado no romperme la piel,
no arrancarme la pena a tiras.

Anoche la soledad descosía mi cuerpo
y hurgaba en las heridas buscándome,
pero sólo encontró entrañas tan podridas como mis palabras.

Ya nada queda de mí,
hasta ese frío sentimiento de cariño
ha emigrado a corazones más cálidos.

Las pálidas pupilas de mis ojos
sólo ven de color gris el arco iris,
evaporo las tonalidades de tu risa
como si de nada se tratase,
y lloro, y lluevo…
y lloro los poemas que nunca supe escribirte,
porque no merezco las alas de nadie.
Y me ahogo en el mar menos azul
que tiene el olvido.

Por eso mis versos se parecen a tu pelo
y lo encuentro en cada letra que lloran mis días.
Por eso escribo que te quiero en un papel,
para que lo abandones,
como todas las palabras se abandonan con el tiempo…

por eso mis palabras se parecen a mis labios.

Me sangró la boca, como prometieron mis noches,
y salpiqué de sangre las flores de mi pecho;
por eso se marchitan siempre que me encuentran
y este espejo roto
no devuelve más que un rostro distorsionado
que no es capaz de habitar ningunos brazos.
Por eso el fracaso se parece a mis manos,
que todo lo convierten en desgastado silencio.

Qué curioso que me dotaran con el nombre del alba
y me desviva por las noches en secreto.

Yo no hago amanecer a nadie. 

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