VESTIGIOS
Guardábamos
el fuego en un verso de amor.
Ni Prometeo
pudo quitárnoslo.
Lo acercaste
a mis sueños de cera
por querer
volar tan alto al cielo de mi boca...
y ni Ícaro
hubiese caído con tanta devastación.
Luego,
terminaste de cortarme las alas
quemando las
palabras que nacían de mis manos,
y te las
pusiste para escapar de mi cuerpo
y volar a
remotos paisajes ausentes.
Después
nacieron flores en mi féretro,
pude oler
sus colores bajo tierra y olvido.
Pero mis
venas con espinas les robaron los besos...
y sin besos
las flores se hicieron ceniza.
Y sin besos,
mis labios se hacen ceniza.
Y yo, amor,
estoy poblada de ceniza.
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